Cuando vi ese blog en la pantalla me dije, ¡Qué porquería! Se ve que nadie lo cuida ni se preocupa por él.
Luego noté que esa pantalla era la de mi computador y ese blog era el mío.

Mi desdicha

Este blog es demasiado feliz para lo que yo querría escribirle y ni siquiera tengo razones para estar triste y ser feliz con eso.

Conectividad

¿Y que mejor que tener un editor remoto de blog? Aunque de cualquier forma no tengo nada que escribir.

100 palabras y más

En Santiago me gusta caminar lento para poder ver como se mezclan los edificios con el cielo, la cordillera y los árboles. Todos andan algo apurados en las calles, yo a veces también, pero siempre que lo hago tengo la sensación de que en rededor mío el tiempo se detuvo sólo para mostrar eso que nunca vemos. Para que sienta el viento. Al atardecer vea incluso los rayos del sol reflejados en las ventanas de las oficinas. No sé cómo a muchos no les gusta Santiago, será porque no lo han visto al correr por sus veredas.

A veces me preguntaba que era el dolor, pero no el dolor de un golpe, sino que ese del alma. Siempre pasaba por la misma calle del centro y veía el cerro Santa Lucía, las oficinas. Las encontraba interesantes. Santiaguinas. Sólo el día en que amé para olvidar, Santiago fue diferente. Cada paso que doy por la Alameda resonaba con uno paralelo y suyo. Lejano. Santiago comparte su alma conmigo. Aún no se si reír o llorar por eso. Callar quizás, es lo mejor.

“El andén esta despoblado para ser las seis de la tarde ¿Y los oficinistas?” pensé. En verdad, qué me importaba dónde estaban, el metro estaría vacío, hasta sentada iría. Feliz subí entonces cuando llegó, me apoyé junto a la puerta y saqué un libro. Miro segundos después en que estación iba. Me tapaba la puerta así que sólo leo Universidad, “¡Que rápido llegué a Universidad de Santiago!” dije. Un hombre muy rubio se me acerca y susurra al oído: “Dirección Escuela Militar”.
En mi andén pensaba: “¡Con razón eran todos rubios!” y dejé pasar otro metro más, lleno hasta el tope de mis oficinistas.

Caminamos al paradero. Iba a declararme, aunque tú la amaras a ella todavía, no me importaba. No soy buena en estas cosas, pero me drogue con el smog y así logré relajarme un poco. Llegó mi troncal, pero la dejé pasar. Entonces, repentinamente, me dijiste que tú también me querías. Pero si yo no te he dicho nada, protesté. Sonriendo tomaste mi mano y susurraste: "No tomaste tu micro ¿No es eso acaso, una locura de amor?"

Au revoir Michelle


Con el pueblo y por el pueblo volveremos.




El terremoto es que tú nos dejes.


Química orgánica

Hace unos años leí una pequeña entrevista hecha a mi padre cuando joven. De ese día que hice parte de mi la consigna. Y sí, el amor es un proceso reversible. Pero no conozco catalizador que sirva para el. Lo vuelve un camino difícil para mí. Funciona, sólo entonces, con enzimas. Ah sí, benditas enzimas del defecto. Busco defectos, pero ¿Qué haré si no los encuentro? ¿Cómo me olvidaré de ti? ¿Cómo?